martes, 24 de febrero de 2015

Biografía no autorizada (Paz Monserrat Revillo y David Vivancos Allepuz)

Para conocimiento de la Humanidad y por coherencia literaria, voy a poner las cosas en su sitio de una vez por todas. Y por defender mi honor, qué caramba. Punto por punto y cronológicamente, aunque ya debería saber todo el mundo que el Tiempo, así, en mayúscula, no existe. Diga lo que diga el primer libro.

Los despropósitos comenzaron con la narración del turbio asunto del jardín y la fruta supuestamente ofrecida por un reptil lenguaraz y sin patas a mi parejita original. Todo muy confuso y muy falso.

Que un arrogante armador aprovechara la temporada de lluvias torrenciales para sacar de los astilleros su barco estrella y ofrecer un crucero para mascotas promiscuas nada tiene que ver Conmigo.

¿Cómo voy a exigirle a nadie que suba a una montaña para sacrificar a su hijo antes de dar ejemplo haciéndolo Yo con el mío propio?

Reconozco que me divertí, ¡y de qué forma!, observando el lío originado en Babel, pero solo pude certificarlo como una consecuencia natural de que los arquitectos se empeñen, desde siempre, en construir edificios tan altos y se vean obligados a importar mano de obra de otros países, así como con el necesario nacimiento de dos nuevas profesiones: la de traductor y la de enlace sindical. Tampoco ha de responsabilizárseme a Mí de todo lo que pase.

Estoy harto de que se me relacione exclusivamente con paisajes bucólicos llenos de rebaños en tierra firme; de ballenas en el mar; y de querubines de sonrosados mofletes en el aire. No tengo palabras para esos ojos furibundos circunscritos dentro de triángulos equiláteros. ¿A qué mamarracho se le ocurriría semejante disparate?

En cuanto a la narración de la vida de mi chico, menudo muchacho, esos cuatro escritorzuelos no entendieron de la misa la mitad. Degradado a simple prestidigitador galileo por obra y gracia de los muy merluzos. ¡Si es que hasta lo de María Magdalena se les pasó por alto!

Desde aquí denuncio a esa pandilla de amanuenses ignorantes, profetas muertos de hambre y evangelistas hippies, caterva tendenciosa e incapaz de articular una biografía decente, quienes tergiversaron todos los hechos, confundiendo a media Humanidad y provocando y conflictos innecesarios con tal de hacerme la pelota. ¡Los escupiré de mi boca! ¡Cómo han osado escribir de ese modo sobre Mí, el Gran Hacedor, el Único y Supremo Narrador Omnisciente!

(Relato coescrito con Paz Monserrat Revillo para el proyecto 12.24 : 12 défis, 12 retos, 24 autores, 24 auteurs de Caroline Lepage)

jueves, 19 de febrero de 2015

Sotherby's

Nadie pujó por el 2 de mayo de 1989 del siguiente lote y el 14 de noviembre se lo llevó un franchute. Finalmente salió el 10 de diciembre, el día de mi primer juicio. Defendí entonces al Peque Soto, un canalla acusado de liquidar a su abuela una vez ésta le hubo abierto el candado de su joyerito de nácar. Conseguí la absolución de quien acabara confesándome su culpabilidad.

Alguien superó mi puja. Sorprendente. Confiaba en hacerme con mi día sin contratiempos, para poder revivirlo cuantas veces quisiera. ¿Quién sería el aguafiestas? ¿Un caprichoso que querría regalárselo por su cumpleaños? ¿El enviado de la inevitable multinacional nipona con instrucción de pujar? Había descartado tal posibilidad, un vertido tóxico había arruinado la costa de Kushiro precisamente el 10 de diciembre, declarado por ello de luto nacional en Japón. Me volví, presa de una creciente ansiedad. Había envejecido mal pero lo reconocí. El Peque sonrió.

miércoles, 11 de febrero de 2015

El otro Noé

Era mi diluvio, pero no mi barco. Había zarpado dejándome en tierra. Cuando lo daba todo por perdido, divisé en lontananza lo que parecía una nueva embarcación. La recibí con alegría. El capitán, un hombre anciano como el del arca primera, sólo que más bronceado, con un aspecto menos descuidado y dos aretes en las orejas, me invitó a subir. Ascendí por la rampa y me condujo hasta la bodega, donde se hacinaban diferentes parejas de animales. Leones, elefantes, osos polares. Nunca hasta entonces los había visto. Busqué en vano a mi camella. Allí no había camella, como tampoco había leona ni elefanta ni osa polar.