Grimas y leyendas
ficciones de David Vivancos Allepuz
domingo, 29 de junio de 2025
Incorrector 3.0
martes, 6 de mayo de 2025
Desatino cervantino
Permanecieron un buen rato a prudente distancia. Observaba Sancho, que no comprendía ni jota de lo acontecido en el tablero, cómo valoraba en silencio don Quijote las estrategias de los contendientes, cuando sucedió, de pronto, algo inesperado. Se levantó bruscamente el cura, que llevaba las blancas, y la emprendió a puñadas contra el escudero, creyéndolo peón que amenazaba su torre, mientras el barbero, con la misma mirada fanática y delirante que su compañero, se concentraba en el descalabro del andante caballero, cuyo movimiento en ele violentaba su enroque.
Cuentan que fue tal el quebranto provocado, y tales los insultos proferidos, que el propio Cervantes hubo de acudir, presto y jugándose la mano buena, a separarlos.
miércoles, 27 de noviembre de 2024
El gato
domingo, 29 de septiembre de 2024
El espejismo
lunes, 19 de julio de 2021
Quédense con el cambio
A Juan Faneca
Quizás fuera el brazalete negro que lucía el conductor lo que la animó a compartir su desdicha. Quizás. O el prolongado silencio de su marido, a quien apretaba la mano con fuerza. O puede que provocaran su desahogo los retratos de las dos criaturas -la pequeña de apenas semanas- que adornaban el salpicadero del taxi. El caso es que le contó a aquel desconocido su pena. Que hacía poco que acababa de perder a su bebé. Y que en el hospital le habían dicho que nunca más volvería a ser madre. El conductor intercalaba emes valorativas cada vez que un semáforo interrumpía la carrera y los sollozos de la mujer. Cosa extraña: los camareros escuchan y los taxistas acostumbran a hablar sin desmayo. Eso es algo bien sabido. Pero no aquel inusual taxista, capaz de permanecer en silencio durante todo el trayecto. Callado hasta finalizar el servicio.
Yo soy viudo, saben, dijo, de pronto, con pesadumbre y sin venir, al menos en apariencia, demasiado a cuento. Y entonces les hizo la propuesta, sin apartar los ojos del salpicadero.
Quédese con el cambio, sonrió la pasajera, por fin, tras concretar los detalles de la cita que habrían de tener al día siguiente.
martes, 29 de junio de 2021
Príamo
Sentado bajo el toldo improvisado, Laocoonte escudriña con ojos desconfiados el caballo de madera que está junto a la torre. Lleva horas así, inmóvil, y el sol está a punto de ponerse. Baja de la empalizada y se le acerca por detrás, lentamente, el anciano rey de Troya, quien deja descansar su mano en el hombro del sacerdote.
—Solo es ajedrez —lo tranquiliza.
martes, 25 de mayo de 2021
Tan bien avenidas
A Carlos Frontera, domador de palabras
Le nota un gusto extraño a la sopa. Su hermana le dice que sabe como siempre, pero aun así le ofrece el salero. Duda, por un instante, antes de tomarlo. Lo agita sobre el plato humeante. Con lentitud.
Las gemellizas, hasta hace tan solo unos minutos tan bien avenidas, se miran con recelo apenas disimulado. Desconfían desde que saben que están protagonizando un microrrelato. Saben –es inevitable– que les van a achacar un complejo enfermizo, que les asignarán unos celos mutuos ciertamente patológicos, que se han de profesar una envidia silenciada durante décadas y que ahora, de pronto, se manifestará de manera traumática. Sospechan que una acabará sustituyendo a la otra. O que le arrebatará el marido o el hijo. O algo peor: temen, incluso, que su propia gemelliza querrá asesinarla.
Observa cómo su hermana sigue echándose sal a la sopa. Sin perder de vista el cuchillo, por si acaso.
viernes, 2 de abril de 2021
El becario
Los vecinos gritan alrededor. Saltan jubilosos, como enloquecidos, delante de la Administración de Lotería. Yo descorcho la botella de champán que acabo de comprar y riego con la espuma descontrolada a quienes me rodean. También al cámara que retransmite la algarabía en directo. El reportero me pregunta cuánto me ha tocado. Un buen pellizco, respondo con un habano mordido en la mano, y le cuento que voy a destinar el premio a tapar agujeros. Tampoco tengo por qué ser original, me digo, y menos en Navidad. En estas fechas pocos lo son.
Apenas cinco minutos después, los compañeros me llaman, ya desde el interior del coche. He de abandonar la celebración precipitadamente. Corro hacia ellos y subo al vehículo. De regreso a la ciudad, repasamos lo que tendré que contar –testigo de espaldas y con voz distorsionada– del asesino del zaguán en el magacín de media tarde: que si los sábados ayudaba a su anciana madre con la compra, que si siempre saludaba en el portal, que si. También las proclamas revolucionarias que recitaré ante el micrófono por la noche, después de la manifestación convocada ante la Delegación del Gobierno, cuando los antisistema se enfrenten a la policía y ardan los contenedores. El cámara y el reportero coinciden en que la parte de los fascistas casi no se me entiende. Es culpa del pasamontañas, me excuso, no estoy acostumbrado a él. Se muestran comprensivos porque saben que estoy en prácticas. Fascistas, fascistas, fascistas, por fortuna aún me quedan unas horas para mejorar mi dicción, fascistas, fascistas, fascistas.