jueves, 26 de mayo de 2016

Piedra y nido y soles en el ocaso

Conforme Grimas y leyendas va cumpliendo semanas, meses y años, uno acaba por darse cuenta de que el blog funciona como una especie de memoria de la trayectoria de los textos propios, de su nacimiento, de sus vicisitudes, de sus cameos por aquí y por allá. Ni más ni menos.

Por ello, me alegra consignar en estas breves líneas la difusión de dos de los relatos publicados en Producto interior muy bruto en dos medios muy queridos por los que nos movemos en este micromundo: 
  • Patricia Nasello publicó en su blog Piedra y nido, en el cual recoge textos de diferentes autores, mi relato Día catorce. Verse rodeado de apellidos de tal envergadura provoca algo de vértigo.
  • En el siguiente enlace podéis escuchar el programa Soles en el Ocaso del día 18 de mayo, en el cual Ana Vidal habló, en la sección “En pocas palabras”, de la VI Microquedada Microrrelatista celebrada en Zaragoza y donde leyó, a partir de la hora y ocho minutos, un puñado de microrrelatos de los cuentistas que acudimos a la cita con libro nuevo bajo el brazo: Carmen M. Marín, Mònica Sempere y Fernando Martínez, Jose Luis Sandín, David González, Pedro Herrero y yo mismo. En mi caso, el texto seleccionado fue Un color ignoto (aquí podéis leerlo). 
Gracias, Patricia y Ana, por invitarme a vuestros hogares.

lunes, 23 de mayo de 2016

Revalorización

El coleccionista contempla, con cierta vanidad mal disimulada, la hoja que acaba de sacar del interior de la caja fuerte. Se pone los guantes y escoge las pinzas de punta curvada. Extrae con suma delicadeza, uno a uno, los únicos nueve sellos que se conservan de la primera serie postal sueca de 1855. Tras treinta años de investigación detectivesca que le ha llevado a dar hasta cuatro vueltas al globo terráqueo, el anciano filatélico está en condiciones de afirmar que no quedan más ejemplares en el mundo que los suyos. Se detiene, como tantas otras veces ha hecho a lo largo de las tres últimas décadas, en la admiración del motivo de tan raro sello: las olas del océano embravecido ensañándose en la legendaria fragata de la Marina Real, el singular mascarón y las dos mínimas sirenas encaradas, impresas en amarillo por un error de imprenta en esa primera serie. Suspira, deja las pinzas que sujetan el noveno sello a un lado y, todavía con los guantes puestos, enciende un fósforo que aplica a la bandejita donde ha ido depositando los demás. Su mirada se dirige, alternativamente, a las llamas, al ejemplar amnistiado, a la caja fuerte. Y sonríe.

viernes, 13 de mayo de 2016

La mariqita

Soy de esos centistas a los qe les gsta escribir por las mañanas. No encentro otro momento mejor para hacerlo. Me encanta sentarme delante del ordenador con la ventana abierta y bscar inspiración en la montaña qe veo ahí enfrente. Me relaja s imponente presencia, qe me ayda a encontrar siempre la palabra precisa. También lo consigen el canto de los grillos y las vanidosas llamadas de los gallos, tan orgllosos como est´pidos ellos. Es como estar en el campo an viviendo en la cidad.

Estaba trabajando, como digo, na mañana en n relato cando, de pronto, se posó sobre el teclado na mariqita. Y lo hizo jsto encima de la letra qe está entre las dos íes, la griega y la latina, la misma qe estoy evitando emplear por miedo a aplastar al insensato insecto. Si al menos se hbiera instalado encima de otra letra menos com´n… Soplé para ver si se iba volando, igal qe había llegado hasta la tecla, pero nada. Cada vez con mayor ferza e intensidad pero, vamos, ni por ésas, no hbo forma de qe se moviera. La mariqita me descentró de tal manera qe perdí el hilo de lo qe qería contar y ni el ir y venir de los gorriones por la cornisa ni el zmbido de las abejas entre las macetas de la terraza consigió serenarme y recondcir mi estado de ánimo.

Así estaba, pregntándome qé demonios hacer, cando, de repente, la mariqita empezó a caminar, plácidamente, como si nada tviera qe ver con mi angstiosa frstación. Detuvo su marcha en la tecla que comparten la coma y el punto y coma. Aquello fue demasiado para mí porque una cosa es verse obligado a escribir sin emplear la letra u y otra muy diferente es no poder puntuar un texto como Dios manda. Así que aproveché que el bicho (coma) que por impertinente y descarado ya me estaba resultando simpático (coma) por suerte no se había parado ni encima de la efe ni de la i ni de la ene para poner punto final a la historia y apagar el ordenador hasta el día siguiente. Donde (coma) por cierto (coma) espero (coma) a pesar de la cierta afinidad que digo sentir hacia la mariquita (coma) no volvérmela a encontrar.

FIN

miércoles, 4 de mayo de 2016

Cómo conseguir tu ejemplar de Producto interior muy bruto

Si quieres hacerte con un ejemplar de Producto interior muy bruto lo tienes fácil. Ahorra 12 euros y escoge la forma que te sea más cómoda y disponte a disfrutar de su lectura.


a) puedes encargarlo en tu librería habitual. Os lo conseguirán, en un breve plazo de tiempo, a través de la editorial Enkuadres. Actualmente está disponible en:


b) puedes, también, solicitarlo y comprarlo directamente en la web de la propia Editorial Enkuadres. Ellos te lo harán llegar a casa. Así de fácil.

c) puedes escribirme a davidvivancos@gmail.com y te lo mando por correo postal. Recomendado a aquellos lectores que gustan de los libros dedicados por sus autores.

¡Buena lectura!

martes, 3 de mayo de 2016

Golpe de suerte

Lamentas la corbata que la pelota dibuja alrededor del hoyo dieciocho y que echa a perder tu golpe. Y dejas escapar una maldición cuando te doblas para sacarla del agujero y tus dedos apenas la rozan porque la pelotita caprichosa se te escurre de forma definitiva, y desciende y desciende por la espiral kilométrica que se estrecha hacia el centro de la Tierra, progresivamente, hasta que un cuenco mínimo de cristal la recoge y pone fin a su caída libre. Una pequeña cazoleta en la cual baila durante unos segundos con un repiqueteo alegre, contagioso y juguetón.

Entonces un niño vestido de almirante, con chaqueta de botones dorados, pantalones cortos y calcetines altos, coge la bola, reconoce el número inscrito, la levanta para que se vea bien y lo canta a voz en cuello sin importarle que tiene un micrófono justo delante. Y todos se agitan al saber el número agraciado y se alegran, se agitan y se alegran y lo celebran y se abrazan. Todos menos tú que, concentrado en anotar los hoyos propios y los del rival en la tarjeta que guardas en la cartera junto al décimo premiado, estás más preocupado por justificar tu golpe fallido y escudarte en la mala suerte que por otra cosa.