Se acerca la madre y se sienta a su lado. Le dedica unas palabras cariñosas que él ni siquiera escucha. Disfruta también del mágico espectáculo que el niño, en silencio, le ha descubierto. De las nuevas vueltas del tambor. Aunque ella hace mucho que dejó atrás esos juegos infantiles y no consigue sacarle parecidos ni a la toalla morada de baño ni a la falda ni a la blusa con la cual combina. Quizás a la mancha naranja que se le acaba de parar delante. Quizás a esa sí.
miércoles, 27 de noviembre de 2024
El gato
La bufanda es un pez. El chaleco verde es una culebra. El niño no puede apartar la mirada fascinada del tambor en movimiento. Sus ojos, como hipnotizados, persiguen las caprichosas formas que adoptan las prendas girando en el agua. Sentado en el suelo, igual que lo hacen los indios de las películas, y con la boquita entreabierta, frente a la lavadora, disfruta con la belleza de las aleatorias combinaciones de colores que ve. Con las abruptas paradas. Con la camisa de cuadros; con el jersey caqui, que parece un soldado apostado en la trinchera; con la alfombrilla celeste del aseo, que es una nube. Con las burbujitas de jabón.
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