Abro los ojos con la pereza de quien comprueba que los rayos del sol todavía no se filtran por las rendijas de la persiana. Qué extraño, acierto a pensar, es noche cerrada pero tengo la convicción de llevar un buen puñado de horas durmiendo. Enciendo la lámpara de la mesilla a tientas. Me protejo instintivamente la vista con el antebrazo. Demasiado tarde. La luz hiere mis ojos y descubro que me duele la cabeza.
Me incorporo y saco el reloj de pulsera del cajón superior. Marca las nueve. Es imposible, llevo más tiempo en la cama. Compruebo que el segundero no avanza. Doy cuerda al reloj y veo que, al menos, aún funciona. Giro la corona para ponerlo en hora. Las diez, las once, las doce, la una, las dos, me recreo en el movimiento de las agujas. Un momento. Me doy cuenta de lo estúpido de la situación: ni siquiera sé si realmente son las dos, las tres o las cuatro. No tiene sentido ponerlo en hora. Es obvio. Apenas decido posponer la operación para la mañana siguiente y devolver el reloj al cajón cuando descubro un rectángulo de luz proyectado en el suelo de la habitación. Entra por el palmo que ha quedado sin bajar de la persiana. Froto mis párpados con las palmas de las manos. Constato que la luz solar sigue ahí y que no estoy soñando. Ahora lo que centra mi atención es el reloj. Mi reloj Seiko chapado en oro blanco de toda la vida. Vuelvo a girar la corona pero esta vez en el sentido contrario. Las agujas retroceden a la velocidad que dictan las yemas de mi pulgar y de mi índice. Y a la misma que desaparece el rectángulo de claridad del parquet. Adelanto el reloj y vuelve la luz por debajo de la persiana. Lo atraso y vuelve a ser noche cerrada. Así está mejor. Lo guardo de nuevo en el cajón superior y apago la lamparilla. Me dejo caer pesadamente sobre la almohada y me cubro con el embozo sin saber muy bien qué es lo que encontraré cuando despierte.
Un micro potente, David. ¿Quién no ha deseado en algún momento de su vida poder controlar el tiempo?
ResponderEliminarMe parece brillante la construcción narrativa que le das a la trama, porque consigues que me llegue a creer la indiferencia del personaje ante semejante descubrimiento.
Gran trabajo.
Un abrazo.
¡Y tan tranquilo se queda el tipo! Con semejante reloj se podría vivir de maravilla.
ResponderEliminarMe gusta, estoy de acuerdo con Pedro, haces que nos creamos lo que sucede y al personaje.
Besitos
Una vez más, gracias, fieles lectores, por vuestras amables palabras. Voy a tener que recurrir a un efecto de choque porque esto está perdiendo vitalidad como una gaseosa abierta tres días atrás. Pensemos...
ResponderEliminarEn breve os presentaré la cubierta de los inminentes Cruentos ejemplares y otras ficciones. Una cubierta que la comunidad facebookera ya ha tenido la oportunidad de conocer hoy mismo.
Un abrazo,
D.
He aterrizado en la hilatura de tus fascinantes mundos. Me encuentro con personajes que manejan el tiempo, con personajillos manipuladores... Me pasearë despacio, disfrutando del paisaje
ResponderEliminarBienvenida, Pilar. A mí me interesan también los tuyos. Cada vez veo propuestas más breves. Meritazo el vuestro.
ResponderEliminarUn abrazo,
D.
Muchas gracias David por tu interés.
ResponderEliminarUn saludo!
Hum, no sé si se quiebra hacia el terror o hacia la maravilla, según se mire.
ResponderEliminarCreas un ambiente tan interesante que al final lo de mover el tiempo es como una guinda. Me gusta mucho eso.
ResponderEliminarUn abrazo