A muchos de mis amigos Papá Noel les dejaba regalos en Nochebuena. Y luego los Reyes. Nunca tuve yo esa suerte porque por mi casa sólo pasaban los tres magos de Oriente. También lo hacía el Ratoncito Pérez, claro, cuando se me caía algún diente. Como a todo el mundo. Pero no tenía punto de comparación: para mí la mañana de Reyes era la más excitante del año.
Papá era un anfitrión de lo más hospitalario. Antes de acostarnos, les dejaba a los Reyes turrones y tres copitas hasta arriba de coñac, con la botella al lado por si querían repetir. Nunca se le olvidaba, a pesar de que a mamá, por algo, aquello la disgustaba. A los camellos les ponía rebanadas de pan en una cesta de mimbre.
Cuando no quedaba regalo por abrir, yo lo repasaba todo, no se me hubiera olvidado algún paquete debajo de tanto envoltorio rasgado. Caía entonces en la cuenta de que las copas estaban apuradas y la botella vacía volcada y que había migas por todas partes. Papá no compartía mi entusiasmo porque ese día siempre se levantaba de malhumor, gritando y con un aliento terrible. Y mamá… mamá se lo pasaba llorando.
Fuerte contraste...
ResponderEliminarHacía mucho que no pasaba por acá, así que aprovecho para desearte un buen 2013, David, lleno de buenos momentos y literatura y, por qué no, buenos momentos literarios.
Abrazo
Feliz año para ti también, Lucas. Buenos momentos y literatura, vaya que sí.
EliminarUn abrazo,
D.
Creo que te lo leí allí. A saber qué habría detrás de aquellas lágrimas. Porque un día es un día, pero tu texto no suena a que fuera pea de un día.
ResponderEliminarUn abrazo, David.
Miguelángel, lo leerías en Esta noche te cuento. Me entró el gusanillo tras la "cumbre de Barberà" de diciembre (más bien en el post-partido) y me animé a participar. Lo guardé en el tintero hasta el día de hoy, que me venía que ni pintado para el blog.
EliminarDeterminar la frecuencia de las trompas es una tarea que encomiendo a cada lector. Ir más allá sería una indiscreción por mi parte ;-)
Un abrazo,
D.
PUes yo me alegro de que lo hayas traído hasta aquí, David, porque al no pasar con regularidad por ENTC me pierdo la mayoría de los micros que se publican allí.
ResponderEliminarComparto con Miguelángel la sensación de que las resacas paternas no son de una vez al año.
Buen micro, sí señor.
Un abrazo,
Nada, me lo han tumbado. Pero insistiré. Inasequible al desaliento.
EliminarUn abrazo, amigo,
D.
Y yo me sumo a la opinión de mis compañeros. La evocación de la tristeza, en un día tan señalado, deja un regusto que no tiene nada de anecdótico. La Navidad siempre tiene dos caras. El relato de la cara más amarga lo llevas a cabo sin que tu personaje pierda la voz infantil, revistiéndolo así de autenticidad.
ResponderEliminarEso buscaba, Pedro. El contraste entre la inocencia del uno y la amargura de los padres. Gracias por pasarte por mi rancho, de nuevo.
EliminarSeguro que era la mamá la que se negaba religiosamente a que además viniera Papá Noel, y no precisamente por motivos religiosos.¡Buena vuelta de tuerca!
ResponderEliminar¿Por la cuenta que le traía? No sé si al gordo también se le pone coñac. En todo caso, no se me había ocurrido. ¿Quién da aquí las vueltas de tuerca? ;-)
EliminarUna evocación agridulce que en muchas familias no va solo vinculada al día de Reyes, sino que empaña casi todos los recuerdos que deberían ser hermosos. Deberíamos tener todos un filtro para no dejar pasar malas proyecciones y no estropear recuerdos...
ResponderEliminarFeliz entrada de año, un abrazo.
Amén, Susana. La verdad es que me apetecía un final amargo, da igual que la historia hubiera girado alrededor de un cumpleaños o una visita al zoo.
EliminarFeliz año para ti también. Un abrazo,
D.
Lo leí allí. Este es de los amargos, David.
ResponderEliminarY aunque sea con retraso: Te deseo un buen año.
Besitos