miércoles, 25 de julio de 2012
Cambiazo
Un rumor incómodo se fue extendiendo por la sala. Tras escuchar el veredicto de culpabilidad, los presentes aguardaban a que el juez anunciara la pena. El magistrado, sin embargo, parecía aturdido hojeando atolondradamente el informe pericial y uno de los tomos que había sacado del maletín antes de iniciarse la vista. La condena se hacía esperar. Suspiró con resignación y cerró el diccionario mitológico, arrepentido de haber permitido a su nieto pasar la mañana jugando en el despacho con sus cosas, en lugar de dejarlo ir a la playa con el vecinito, con quien solía compartir su maqueta del Ferrari de Alonso y hacer magníficos castillos de arena hasta que llegaba la hora del baño. Se aclaró la garganta y, tras hacer levantar al acusado, le comunicó que sería encadenado a una roca para que un águila le devorara el hígado todas las tardes durante el resto de su vida.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Me da la sensación de que, en su día, Cambiazo ya fue publicado aquí. Sin embargo, acabo de percatarme de que los duendes (o, más bien, mi torpeza) lo han hecho desaparecer de Grimas y leyendas. Así que ahí está, de nuevo, con vosotros... (redoble de tambor)... ¡Cambiazo! Mis disculpas.
ResponderEliminarToma condena, de antología!!!
ResponderEliminarNo me quiero imaginar la cara del acusado o de la gente de la sala.
¡Qué bueno, David!
ResponderEliminarMe parece brillante el juego intertextual y metaliterario de este micro.
Me alegro de que lo hayas recuperado, o traído por primera vez.
Un abrazo,
Una condena mitológica y cruel, sin duda. ¿Qué habrá hecho el acusado para merecer esto?
ResponderEliminarBuen Cambiazo.
Un saludo.
Yo no lo conocía, así que a veces la torpeza sirve de algo.
ResponderEliminarMe gusta el final del cuento, por lo absurdo (y cruel) que suena.
Saludos
Según los rumores, Prometeo ya se olía algo así desde el momento en el que le asignaron al juez que anteriormente había condenado, entre otros, a Atlas o Midas. Lo que verdaderamente se convirtió en un engorro fue la cara del profesor de mitología griega cuando al abrir su libro para dar clase le salió el juicio de "el pueblo contra Kramer".
ResponderEliminarSaludotes
Seguís siendo muy amables, cosa que me huele a chamusquina. Podéis ser despiadados con algún cuento, ¿eh? Salvo el rencor infinito que os guardaré no habrá ningún otro tipo de represalia ;-)
ResponderEliminarUn abrazo, amigos,
D.
Revolver en las cosas del abuelo le va a salir caro a este reo.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Besos desde el aire
Gracias, Rosa. Obviamente no hay que alejar determinadas cosas del alcance de los niños... sino hacerlo a la inversa.
EliminarBesos telúricos
Me gusta mucho el relato, te lleva al final pero no te esperas esa sentencia. Ya me gustaría a mí encontrarme con alguna así en el curro :)
ResponderEliminarUn abrazo
Pues yo ni te cuento, Anita :) Gracias por tu generosidad.
EliminarUn abrazo
Lo había leído, y no recuerdo donde, ¿aquí en el blog? Me gustó, pues para nada me esperaba ese final.
ResponderEliminarBesitos
Yo creo que sí, que llegué a publicarlo aquí. Recuerdo algún comentario sobre una frase que chirriaba, incluso. Pero ha desaparecido. Y como el blog nació con la voluntad de recopilar mis textos publicados, decidí "resucitarlo". Celebro que te haya gustado (por partida doble).
EliminarBesitos
Uno se imagina, que el nieto se la arma, pero que pague tamañas consecuencias el otro... no me lo esperaba.
ResponderEliminarMe gustó.
Saludos desde mi pinar
Bienvenida, Rosy. Celebro haberte sorprendido, de eso se trataba. El reo no sé si opinará lo mismo, jejeje.
ResponderEliminarSaludos desde mi celda acolchada