viernes, 20 de diciembre de 2013

Alzheimer

Comprobó la etiquetita que colgaba de la correa y dejó mi reloj encima del mostrador. Pregunté si había podido arreglarlo. Negó con la cabeza. Es demasiado viejo, dijo.

 Quiso luego que lo cogiera. Sé que es un reloj antiguo, comenté como si me excusara, ya con él en la mano. No, señor, no es antiguo, es viejo, insistió. Y, señalándome la esfera con el dedo, inclinado sobre el mostrador, me enseñó todas las pequeñas arrugas que la surcaban, inadvertidas hasta entonces por mí. La maquinaria está perfecta, corroboró con pesadumbre, pero ha olvidado para qué sirve.

Pobre relojito mío, lamenté con un nudo en la garganta, al ver confirmadas mis sospechas.

4 comentarios:

  1. Habrá que llevarlo a la residencia de la eternidad donde cada instante es ahora. Me quedo por aquí, también te animos a visitar mi blog.

    Saludos David.

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    1. Gracias por pasar y, sobre todo, por decidir quedarte.

      Saludos y felices fiestas,

      D.

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  2. Me gustó mucho cuando lo leí por primera vez y me gusta más aún en la relectura.

    Mis aplausos, Don David.

    Un abrazo,

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    1. Gracias por tus aplausos, difíciles de oir desde aquí, por los muchos que está cosechando tu libro.

      Un abrazo y felices fiestas, Don Pedro,

      D.

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