viernes, 17 de octubre de 2014

Yo, bibliotecario (3/4)

(Tercera parte del relato ganador del I Concurs de relats breus de la Facultat de Dret de la UB) 

 Algunas veces, atendiendo a los usuarios, se sostienen conversaciones que desmoralizan a cualquiera, incluido el bibliotecario modelo, el profesional de la información ejemplar, el vocacional, aquél que se entrega en cuerpo y alma a su cometido. En el transcurso de las mismas uno no puede dejar de recordar todos los preceptos aprendidos durante los años de carrera; todos aquellos textos llenos de palabras técnicas y frases muy bien intencionadas, tan elaboradas y tan vacuas; todas esas horas dedicadas a la planificación de las entrevistas con los estudiantes para captar sus necesidades reales de información, etecé, etecé. Veamos un ejemplo particularmente descorazonador protagonizado por un alumno de derecho y por este humilde narrador:

- Dame el libro de criminal –dice.
- ¿El de enjuiciamiento criminal? –digo.
- Puede –dice.
- ¿O quieres el de penal? –digo.
- Sí, no sé, el que se dé en penal –dice.
- ¿Uno en concreto? –digo.
- Da lo mismo, es para la clase de penal –dice.
- ¿Éste mismo? –digo.
- Cualquiera –dice.

Esta cápsula bibliotecaria se la dedico a la erudición del extinto Maurice B. Line y a la memoria de otros sabios cuyos apellidos ilustres no recuerdo y al talento de este muchacho, aventajado discípulo de Tip y de Coll y de Faemino y de Cansado, a quienes conseguimos emular esa mañana de octubre.

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Claro que a otro a quien tampoco puedo soportar es a Bryan Ferry. Por lánguido.

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A pesar de que en el mostrador, de vez en cuando, te encuentras con quien aprovecha la presencia de alguien que lo atienda amablemente para contarle su vida, la existencia de un bibliotecario es, en ese sentido, mucho más plácida de lo que pudiera serlo la de, pongamos por caso, un camarero, un taxista o un cura. Siendo así las cosas, nos es muy difícil llegar a conocer cómo son, en realidad, nuestros usuarios. En alguna ocasión se les escapa un detalle, claro está, no tendría sentido negar algo así, pero nunca nada serio o trascendente. Por ello, uno de los pocos indicios con los cuales contamos a la hora de saber de qué pie cojea el uno, o la personalidad de la otra, es, sin lugar a dudas, la dirección de correo electrónico que utilizan. No me refiero, por supuesto, a aquéllos que usan una dirección formada con la inicial del nombre y el o los apellidos. No, ésas no dicen nada. Incluso pueden ser las que les han asignado en el trabajo, como nos ocurre a nosotros. Basura. Pero cuando les abrimos la ficha de préstamo y, después de pedirles el número del deneí, la dirección postal y el teléfono, los interrogamos preguntándoles por su correo electrónico, a veces nos llevamos gratísimas sorpresas. Desde la mosquita muerta que te contesta muy bajito que su dirección es pasionysentimiento@noséqué.com hasta la tipa con pinta de okupa, quien prácticamente te escupe su conpistolasyaloloco@nosécuántos.com. Y, durante años, por el punto de información han pasado el astuto silverfox; el intrépido indianajones, más bien con pinta de atolondrado empollón; la reivindicativa antitaurinagirl; las divertidas pichurreta2000, pepejeans_girl, kina_trompa y palomitasdemaiz; el hooligan espanyolalauefa; la desconcertante diosnopermitasquelacaguemos; la encantadora titi_is_back; la belleza griega korekale; las pizpiretas barrufeta1988 y hadachiquitina; y el petulante elrond (“y eso, ¿cómo se escribe?”, tuve que preguntarle. “Como el de El señor de los anillos”, me dijo muy serio. “Perdona pero es que no lo sigo mucho, así que me lo tendrás que deletrear”, repuse, cosa que hizo con evidente desgana). Personalmente, yo tuve el honor de registrar a sexybabs@elservidorquesea.com, una grácil muchachita de aspecto frágil y dulce conversación quien me confesó, ruborizada y sin que yo manifestase ninguna extrañeza ni aparente interés por su cuenta de correo (habiendo visto tantas cosas raras como las había visto ya), que se la había creado “cuando tenía catorce años”. No sé por qué pero me da en la nariz que esa chica acabará siendo profesora de la casa. Ya veremos. Al tiempo.

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Meses atrás reconocí al director de una de las bibliotecas universitarias más importantes del país en el Alvia nocturno de Barcelona a Santiago de Compostela. Se pasó las catorce horas largas de trayecto, el tío, sin moverse del asiento. Por no pagarse una litera. Cuentan de él que recoge las propinas que quedan huérfanas en los platillos de los bares aunque no sé yo si eso será verdad.

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4 comentarios:

  1. David, el mundo de los correos electrónicos daría para un libro, el de su elección, su funcionamiento, su bloqueo... Muy buena tercera parte, ya sólo queda el colofón.

    Abrazos.

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    1. Eso mismo me acaba de comentar una amiga en Facebook. Los correos electrónicos... (suspiro).

      En cuanto al cuarto capítulo, lo he programado para la tarde del domingo. O lo he intentado, vamos, que no sé yo si habré sido capaz.

      Abrazos,

      D.

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  2. anonima_alborozada@tefelicitonuevamente.com

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