jueves, 18 de octubre de 2012

Bronca

El de la gorra a cuadros de matador de toros que pasea por la finca es el primero en levantar la voz. ¡Ojalá te quemen los ojos con salfumán!, dice. El otro, el del bastón lleno de nudos, asiente y se apunta a eso de gritarle al linier. ¡Tienes cabeza para dos pescuezos!, vocifera con timbre asonante de cascabel cascado. El niño de orejas audaces que los acompaña sale de debajo del banquillo portátil que hace años alguien retiró del campo y dejó aparcado junto al muro, donde el marcador. Como parece que ha dejado de llover, ajusta el cierre de su paraguas infantil y se adelanta unos pasitos más. Mira con recelo descarado al abuelo y a Don Ángel, siempre apoyado en ese cayado horrible que le recuerda al farmacéutico del pueblo.

 ¡Así se os caiga un balcón encima de la cabeza a los tres!, arranca de nuevo el abuelo. ¡Sois todos iguales, estáis todos cortados por la misma navaja!, proclama seguidamente. Su amigo mueve la mandíbula como sólo los viejos con dentadura postiza saben hacerlo y está a punto de dar la réplica cuando el pequeñajo, ceñudo, los reprende. Abuelo, déjame ver el partido tranquilo, me duele la cabeza, ruega, con una circunspección adulta e inapelable que asusta. Hijo, se defiende el anciano quitándose la gorra y pasándose la mano llena de venas y manchas y más venas por la calva, ¡es que en casa no nos dejan hablar! Ríe la gracia Don Ángel y el crío se encoge de hombros, sin saber muy bien qué significa ese resignado gesto que tantas veces ha visto repetir a su madre y que ahora él imita de manera autómata.

El árbitro pita entonces el final del minuto de silencio y ordena el comienzo del partido. El interior izquierda del equipo visitante da un leve toque al balón y el delantero centro lo retrasa hasta el capitán, quien levanta la vista buscando a un compañero bien posicionado para iniciar la primera acción de ataque.

11 comentarios:

  1. ¡Qué bueno, Don David!

    Más allá de disfrutar de la calidad literaria -innegable- de este micro, me has hecho sonreír recordando mi niñez.

    Cuando los hinchas de uno y otro equipo aún podíamos ir juntos sin peligro al estadio en Montevideo, allá por los finales de los setenta, principios de los ochenta, con mi pandilla de amigos jugábamos a insultar a los arbitros ni bien aparecían por el túnel de vestuarios hasta que comenzaba el partido. ¡A ver que vas a pitar, ladrón! era lo primero que le aullábamos, todos a la vez -con bufandas, gorras y banderas de los dos equipos-. Más de una vez, el trío de arbitros, nos miraron y acabaron riéndose.

    Un abrazo,

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Don Pedro, no sabes cuánto me alegra que aprecies ese tipo de cosas. Vale la pena visitar según qué campos, aunque el fútbol no te interese. Algo parecido lo que cuentas lo viví en un amistoso este verano: "Pero, ¿qué pitas, ladrón?", se oyó gritar a alguien cuando el árbitro dio inicio al partido. Un mundo, oiga, un mundo, que se dice.

      Un abrazo,

      D.

      Eliminar
  2. Me gusta mucho, David. Esas descripciones de los ancianos y el chaval, y el giro final, ni en el minuto de silencio. Al principio me despistó ese "que pasea por la finca" pues pensé, me llevaste a una finca, y luego tuve que volver al escenario. Ya te digo, sobre todo he visto la imagen. Venga, un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ximens, entiendo lo que comentas respecto a la finca. No encontré mejor solución aunque le di muchas vueltas al asunto. ¡Pero también es cierto que a esas gorras de matador que pasea por la finca no se les puede llamar de un modo diferente!

      Si he conseguido trasladarte la imagen es que la historia me ha salido casi redonda. No concibo mayor halago.

      Gracias por tu comentario. Un saludo para ti también.

      Eliminar
  3. La unica vez que me llevaron a un partido, creo que en un pueblo, no me enteré del juego, pero si me divertí mirando lo que hacía y decía los espectadores, algo muy parecido a lo que cuentas en tu texto.

    Besitos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Claro. ¡El ambiente es mejor que el juego en sí mismo! En planetajupiter.com tienen un cronista muy aseadito que siempre le dedica atención al runrún de la grada cuando relata luego los partidos. Algún día desvelaré su nombre.

      Besitos

      Eliminar
  4. El final es buenísimo, David. Hasta el título despista.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues este texto es un ejemplo de lo que se discutió en FNAC: nace sin final. Lo que tenía claro era cómo debía arrancar y qué situación describir pero no tenía ni idea de cuál sería su desenlace. Celebro haberlo acertado, al menos en tu opinión, maestro.

      Eliminar
    2. Yo lo veo de este modo, hay micros que son algo así como "comedias de situación" y partes de una escena que parece graciosa pero sin saber cómo lo acabarás. En otros micros lo que uno tiene claro es el giro final que debe tener. Para mi este final es sublime y rizas el rizo.

      Eliminar
  5. Ese abuelo tan definido, me recuerda al de La sonrisa etrusca...
    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Uf, La sonrisa etrusca. En qué mal momento debí de leerlo porque guardo un recuerdo bastante malo de él... Es lo que les pasa a los libros, a veces se ven afectados por factores tan ajenos a ellos mismos...

      Eliminar