La voz cruel que llegaba desde el otro extremo del hilo telefónico nos había recomendado mantener alejada a la policía del asunto, así que solicitamos la asistencia de un letrado amigo de la familia. Cuando sonaba el teléfono, mi abogado hacía una señal y se precipitaba sobre el auricular. Jugueteaba nervioso con su corbata de diseño mientras anotaba las exigencias del chantajista. “Pide cincuenta mil”, informó. Tratamos de reunir una suma que nos superaba por completo. “Ahora dice que sesenta”, expuso cariacontecido, sin atreverse a levantar la vista, al colgar el martes siguiente. Cuando casi lo teníamos, exigió setenta mil. La mañana del domingo cogí yo su llamada. Le recriminé la lenta sangría a la que nos estaba sometiendo y me respondió, muy digno, que sus pretensiones jamás habían superado los quince mil.
El tribunal admitió la personación del chantajista contra mi abogado. Espero con ansia que llegue ese día.
Menudo amigo de la familia el picapleitos ese. Muy bueno, David.
ResponderEliminarLa curiosa implicación de los amigos de la familia en ciertos delitos, pero sobre todo en los crímenes más abyectos, siempre produce un pasmo de mil demonios. Me gusta esa serie de alusiones sesgadas que ofreces del letrado (su nerviosismo, la expresión de su rostro). Le das más protagonismo que al propio chantajista, que es en definitiva de lo que se trata. Y resuelves la historia de una forma tan lógica como hilarante. Buen relato.
ResponderEliminarMuy bueno! Al contrario que el abogado. Ay! Los abogados!
ResponderEliminarDios me guarde de mis abogados, que de mis enemigos ya me guardo yo... Sí, Pedro, me pareció necesario que el foco barriera el escenario para acabar centrándose en el intermediario de marras...
ResponderEliminarGracias a los tres por pasaros y dejar vuestra huella en el blog,
D.
¡Muy bueno, David! Me gusta esa focalización difusa, que se centra -como distrayendo- en el abogado cuando en realidad nos está mostrando al protagonista.
ResponderEliminar¡Qué gusto da leerte!
Un abrazo,
Como siempre, gracias a ti, Pedro. ¡Qué gusto da ser leído!
EliminarUn abrazo,
D.
Abogadoooo! abogadoooo! jejeje, muy bueno!
ResponderEliminarUn abrazo!
Jajaja, muy sospechosas esas actitudes, jugetear con la corbata, no levantar la vista, ¡menudo ladrón! y vaya amigo que resultó ser.
ResponderEliminarBesitos