miércoles, 15 de octubre de 2014

Yo, bibliotecario (1/4)

(Primera parte del relato ganador del I Concurs de relats breus de la Facultat de Dret de la UB) 

¿Sabíais que el luquete es la rodajita de limón que se añade a las bebidas? ¿Y que el rugido emitido por un estómago saciado se llama borborigmo? El confuerzo no es otra cosa que un banquete fúnebre. Dedico mi tiempo libre de bibliotecario universitario a indagar en los diccionarios. A bucear en ellos. Descubrir nuevos términos provoca en mí un placer mayúsculo, supongo que incomprensible para la mayoría.

Paradójicamente, ay, trabajo para muchachos que no saben pronunciar correctamente palabras como gobernabilidad o hemeroteca y para mozas que creen que Íbidem es el nombre de un autor clásico latino, estudiantes incapaces de silabear el apellido Albaladejo.

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“Buenas tardes. Busco un libro grande de constitucional”, pidió en cierta ocasión un alumno. No supo facilitarnos el nombre del autor ni el del editor e incluso falló cuando probamos con el recurso que nos vemos obligados a emplear, ocasionalmente, con los más zoquetes: también desconocía el color de la cubierta de la obra. Sólo tenía constancia de que era un libro grande, dato éste del tamaño, por otro lado, bastante subjetivo, y que repetía sin parar. Así que lo enviamos a la tercera planta, donde se encuentran los libros de derecho constitucional, no sin antes permitirnos la humorada de informarle de que era el piso de los libros grandes. Algo en el interior del chico, sin embargo, le decía que podríamos tenerlo en la primera planta, reservada a los manuales. “Me suena que está en la primera, miraré allí antes”, comentó resuelto antes de subir y volver, al poco, con un voluminoso libro de constitucional en la mano y una sonrisa triunfal iluminándole el rostro. “No es tan grande como esperaba”, se lamentó, algo decepcionado. “¿Lo ves? Por eso lo tenemos en la primera”, improvisó alguien como una buena respuesta para salir del trance.

Pero, en el fondo, eso de solicitar obras por su tamaño o peso no deja de ser una excentricidad. Lo de pedir los libros por su color, eso sí, se ha convertido en un hábito realmente irritante. Parece norma. Se extiende entre lo más obtuso de nuestro alumnado universitario como un vertido en el océano, lento pero inclemente. Un día le contesté a uno de estos muchachos, incapaces de citar el apellido del autor o alguna palabra del título del libro que pretende, que no podía ayudarlo porque yo era daltónico. Y me quedé tan ancho.

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“Dios os maldiga a ti y a todos tus primogénitos”, les deseamos, así, en plural y por lo bajini, mi compañero de mostrador y yo a los usuarios más tarugos. Y nos echamos unas risas de lo más tontas a su costa. Después, y ya para mis adentros, también maldigo al que inventó lo de los gestores de la información y lo de los gestores documentales y demás mandangas para designar a los bibliotecarios de toda la vida. Y a quien patentó el terminacho CRAI para las bibliotecas universitarias. A ellos y, claro está, a sus respectivos primogénitos. Pero que no salga de aquí. 

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Determinados energúmenos descargan sus frustraciones o dan rienda suelta a sus inquietudes artísticas en las portadas de los libros de las bibliotecas. Cuando hablo de portadas lo hago refiriéndome a la acepción bibliográfica del término, aquella página en la cual leemos el título de la obra, el nombre del autor y el pie de imprenta de la edición. Hay quienes ejercen como tales, decía, en una mala tarde, como la que todos convenimos en recordar de tanto en tanto que tuvo Manolete, y quienes, por el contrario, proceden con método y constancia. Un acomplejado, que seguro acabó en algún momento de su vida tumbado en un diván hablándole a un profesional, pasaba sus horas de biblioteca dibujando enormes falos en las portadas de los libros de derecho penal, acompañados de una breve leyenda que ponía en duda la virilidad de un reputado profesor de ese mismo departamento. Un falo toscamente representado y dos testículos con tres púas a modo de pelos saliendo de cada uno de ellos, con cuatro garabatos, no vaya nadie a pensar que estoy refiriéndome a un dibujo digno de ser subastado por Sotheby’s. Luego teníamos que disimular semejantes pollones con tippex y esbozar una mueca de autocompasión cada vez que un usuario nos venía con un ejemplar en la mano denunciando el acto de barbarie recién descubierto. Reconozcamos, sin embargo, que alguno de esos desaprensivos tenía, al menos, algo de gracia cuando empuñaba el bolígrafo profanador. Recuerdo a aquél que dedicó un libro de derecho civil “A Paco Martínez Soria, que tanto me ha hecho reír”; a aquél otro que suplantó la personalidad del catedrático autor de la obra para escribir en su portada y con letra de niño “A mis antiguos alumnos”; o a ése que se permitió poner “Con cariño, Alexis de Tocqueville” en un ejemplar de El antiguo régimen y la revolución del célebre pensador todoterreno del siglo XIX. 

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17 comentarios:

  1. Maestro, muy buena pinta el inicio de este relato. Destila sentido del humor y está muy bien hilvanado. Se nota el oficio, el doble.

    De nuevo, enhorabuena y espero no perderme el segundo capítulo.

    Abrazos.

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    1. Gracias, Nicolás. No te puedes perder el próximo capítulo. Esto es como el Batman sesentero, ¡se corta en el mejor momento! En nada, la continuación.

      Abrazos,

      D.

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  2. Enhorabuena David. Qué bueno, me he reído un rato (no de tus cuitas, de cómo las cuentas, eh... je je). ¿Y dices que quedan tres entregas más? Si que da de sí esto de los libros. Pues nada, aquí me quedo esperando.

    Abrazo.

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    1. Da para tres entregas más y otras tantas que tengo en el cajón esperando mejor ocasión para airearse. Permanece atento al monitor que esta noche o mañana continuamos la narración.

      Abrazo,

      D.

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    2. ¡Y gracias por la felicitación, claro!

      Otro abrazo, maestro,

      D.

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  3. a falta de sombrero, me quito el cráneo Sr. Vivancos
    Ole, ole y ole

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    1. ¡Igual que yo acostumbro a hacer ante los textos de relumbrón! Me doy por halagado, pues. Muchas gracias.

      Homónimo

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  4. la Anómima se llama Roser

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  5. Jajaja, muy buenos, quedamos a la espera de la siguiente entrega.
    ;)

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  6. Bravo David. Volveré a por la segunda parte.
    Abrazos.

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    1. Gracias, Rafa. Ésa es una buena señal, jejeje.

      Abrazos y enhorabuena por tu galardón "en colectivo" ;-)

      Abrazos,

      D.

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  7. Muy buen relato, David. Muchas felicidades.
    Me has hecho recordar los viejos tiempos en Dret....

    Un abrazo.

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    1. Gracias, Conxi. Quizás debería pedirte disculpas por recordártelos, jejeje.

      Un abrazo,

      D.

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