Hace tiempo que dejé de ir a comer con mis compañeros al bar del juzgado para hacerlo en mi despacho. Aunque sus platos difícilmente habrían satisfecho las expectativas del gourmet más exigente, sería injusto achacar mi decisión a la calidad de lo servido: de hecho, también había ido allí algún domingo con los niños. Mi elección tampoco guardaba relación con la crisis, ya que sus precios eran razonables. Fue fruto de la casualidad, supongo. No recuerdo cómo probé mi primer expediente pero sí su agradable sabor en mi paladar. Devoré providencias y papel timbrado con fruición desde ese día hasta la mañana en la que el juez entró en mi despacho alertado por los muchos documentos que últimamente se habían, digamos, traspapelado. Innecesario fue improvisar una excusa plausible: mis carrillos hinchados de celulosa me delataron. Dejó sobre mi escritorio una apelación particularmente incómoda. Ya sabe qué hacer con ella, dijo.
No solamente es comida EN el trabajo sino comida DEL trabajo. Un título más explícito de lo que parecía...
ResponderEliminare agradecen tus canapés literarios.
ResponderEliminarFelicidades y a cocinar mas.
Repi.
Pues mUCHas felicidades por el nuevo blog y por compartir por este otro medio las ideas y las letras :]
ResponderEliminarYa agregué tu blog a mi lista de sitios y blogs por seguir :]
¡mUCHos salUCHos de UCH! :]
Los amigos, siempre dejando comentarios positivos. Compañeros, espero que no os defraude lo próximo que cuelgue... Un abrazo.
ResponderEliminarSe te saluda
ResponderEliminarEsta pantalla se me antoja sabrosa
ResponderEliminarFelicidades por la iniciativa del blog David. Precisamente ayer recomendaba "tu otro" blog y tus relatos a un abogado con vocación literaria que de vez en cuando pasa por la biblioteca.
ResponderEliminarA triunfar en la red!
Isi
Ya lo hablamos en su día, me gusta muchísimo este micro, David. Es un micro con dos historias, cosido con dos hilos y eso en tan poco espacio no es fácil de conseguir.
ResponderEliminarFelicidades.
Bueno, aún gracias que era plato de su gusto...
ResponderEliminarHola, te acabo de encontrar mas o menos por casualidad y de gusta tu forma de escribir. te sigo.
ResponderEliminarPor cierto he visto que te publican en "Deseos humanos" donde también hay un relato mio.
Un saludo.
Me gusto mucho, David. No es fácil contar una historia de este tipo y extraer la carga lírica que le imprimes al texto. Pasaré a menudo por aquí.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias a todos por la bondad con la que habéis enjuiciado el relato. Sois buena gente ;-)
ResponderEliminarRaúl, un placer compartir páginas contigo. Por cierto, hoy he descubierto lo siguiente en "Deseos humanos": échale un vistazo al microrrelato "La taquillera", de Javier Ramos de los Santos (p. 66). ¿No lo encuentras muy parecido a "La cajera", de Cristina Carballo Rubira (ganadora de la semana 15 -febrero 2010- de Relatos en cadena? Búscalo en http://www.escueladeescritores.com/relatos-en-cadena-2011
Llego aquí desde el blog de Jesus Esnaola.
ResponderEliminarMe gusta, me gusta... Así en caliente supongo que la apelación debe estar exquisita. Nada que ver con las típicas sentencias filtradas, pierden todo su sabor sorpresa, por no hablar de su insalubridad, tan manoseadas ellas... :)
me parece interesante la intención ¿?
ResponderEliminar¡Providencias y apelaciones! Eso es pasar hambre... Para hinchar el estómago hay que comer sentencias de embargo de viviendas por impago de hipotecas. Te pones más morado que en una boda.
ResponderEliminarMe encanta este cuento David.