Asió con determinación la empuñadura, tiró de la espada y la extrajo del pecho del rey. La apoyó sobre la alfombra y descansó en ella. Contempló, con exultante satisfacción, la mirada vacua del moribundo, antes de que éste exhalara el último suspiro, tendido encima del cadáver del mastín. Un cruento espectáculo. Toda esa sangre. La del anciano soberano, la de los demás, confundidas en un mismo charco oscuro y viscoso. La que teñía sus guanteletes, la sangre que, en un acto reflejo, trató de eliminar frotándolos contra el peto metálico.
Recuperado el aliento, bajó la visera del yelmo y regresó sobre sus pasos. Apartó a puntapiés los miembros cercenados del príncipe y los de los infantes. La armadura volvió a ocupar su lugar, trabajosamente, junto a la chimenea de piedra. Convencida de que ya nadie, nunca más, volvería a arrojar colillas en su interior.
¡Que jodío eres, David! Me has llevado al huerto de mala manera. :-)
ResponderEliminarCarcajada y escalofrío. Prometo no volver a tirar colillas donde no debo.
Un abrazo,
Ya tiene mérito haberle llevado al huerto, que usté lleva unos cientos de micros leídos y conoce ya todos los trucos... ;-)
ResponderEliminarUn abrazo, amigo,
D.
Hola David. Cómo estás?
ResponderEliminarTe leo seguido pero no sé si alguna vez había comentado alguno de tus textos.
Esta microficción es genial. Muy bien trabajada y redonda redonda. Me encantó.
Y creo que el título aporta mucho a su calidad.
Bueno, te seguiré leyendo.
Un abrazo!
Gracias, Leonardo, por ser uno de los habituales y por tus palabras. Ya que mencionas el título te diré que, en esta ocasión, mi asesor titulero me recomendó uno que, precisamente, otro compañero utilizó en la misma convocatoria de Esta noche te cuento, dedicada a los relatos sobre "Caballeros": Nobleza obliga. Será porque el título es, en efecto, bueno. Pero, eso sí, le he abierto expediente ;-)
EliminarUn abrazo,
D.
Buenísimo.
ResponderEliminarFdo. Sergi Allepuz
Como mola mi primo, ¿eh? ;-) Gracias, majo (leído con acento aragonés)
EliminarUn abrazo,
D.
Muy bueno. Parece que la veo sonreír tras su caparazón metálico después de impartir justicia...
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