lunes, 7 de noviembre de 2011

La bondad humana

Utópico convencido, entregado y ferviente defensor de la bondad innata de las personas y de que la cada vez más deshumanizada sociedad todavía tenía remedio, Don Prudencio Osorio Cifuentes se sentó al fin ante su escritorio resuelto a poner en práctica el plan que durante tanto tiempo había estado madurando. Escribió en sendos sobres con pulcra letra redondilla (su exquisita caligrafía había despertado admiración y envidia a partes iguales entre sus compañeros de la escuela, primero, y entre los colegas del bufete, después) los nombres y las direcciones de una señora y de un caballero que previamente había extraído al azar de la guía telefónica y los cerró después de introducir en cada uno de ellos un beso. En días venideros escogería a otras dos personas, luego a otras dos, después a cinco y más tarde a diez, quién sabe si a quince. Sus besos, junto a los de aquellos ciudadanos anónimos que compartían su fe en la bondad humana y su confianza en la supervivencia de la espiritualidad y de valores tan elevados como la fraternidad, ciudadanos que sin duda imitarían su ejemplo, se extenderían por toda la comarca y, en un breve plazo de tiempo, por todo el país.

Cinco días después encontró en el buzón la respuesta de los dos primeros desconocidos. Achacó la respiración dificultosa y las gotas de sudor que perlaban su frente a la excitación o a los nervios aunque ambas cosas bien podrían deberse a que acababa de subir los escalones de casa de dos en dos, algo a lo que no estaba en absoluto acostumbrado. Presa de una gran agitación, Don Prudencio Osorio Cifuentes fue en busca del abrecartas para rasgar cuanto antes aquellos sobres, que se revolvían inquietos en uno de los bolsillos de su chaqueta. El de la dama contenía una sonora bofetada que le restalló en la mejilla, por atrevido, y el del caballero un violento puñetazo, por depravado. Don Prudencio Osorio Cifuentes se llevó el pañuelo a la nariz para intentar frenar la hemorragia.

12 comentarios:

  1. El fin justifica los medios, y poco importa el resultado viendo lo divertido del juego que se propone. Me gustó. Un abrazo.

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  2. Víctor, qué poquito éxito ha tenido éste, menos mal que te ha gustado a ti. ¡Ni siquiera lo ha hecho al fiel Catulo! A ver si tengo más suerte con el próximo ;-) Un abrazo.

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  3. No pienses que la escasez de comentarios implica que no ha gustado, por lo menos en mi caso.
    Toni

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  4. Este me ha gustado mas.¡Camine camine!
    Henry Chinasky

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  5. A mi me gusta de principio a fin ¡con la de besos que yo habré enviado y recibido por correo!
    Y el tamaño me parece perfecto.
    Un abrazo

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  6. ¡Pobre Don Prudencio! vaya respuesta recibió. Me ha gustado lo que cuenta y como lo cuentas.

    Besitos

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  7. David, ja saps que les millors obres sovint no han estat reconegudes des del principi. Temps al temps.

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  8. ¿Don Prudencio? ¿Este no será el que iba en pos de la verdad? Me gustó pero no dije nada para hacerme de rogar. Por cierto, igual te paso algún relato inédito para que me des tu opinión...

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  9. ¡Qué alegría, cuántas caras nuevas! Gracias por pasaros y por opiniones tan favorables. Ojalá os dejéis caer a menudo por aquí y decidáis quedaros. Seguiremos trabajando en ello, como dijo aquél.

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  10. Soy Prudencio Osorio Cifuentes. Usted recibirá noticias de mi abogado por calumnias. No obstante, me gustó su relato. Es triste y evocador. No dejo de pensar en todos esos besos encerrados en sobrecitos de papel y amontonados en sacas de correos...

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  11. David, seguro que no coneces a mi Jefe? Se llama Prudenci aunque ya le gustaría se el Prudencio de Osorio, xd. Muy buenos tus relatos!

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  12. Bienvenida, pequeña duente. No sé, igual es el mismo... ¿tan buena persona es tu jefe? ;-) Gracias por tus palabras, a ver si los próximos también os gustan.

    Sergi, digo Don Prudencio, sigo sin noticias de su abogado. De todos modos, ya he dejado el caso en manos de los míos, que son unos cuantos, por cierto. ;-)

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