Con objeto de favorecer el ahorro energético, el gobierno estableció el adelanto horario para la madrugada del 26 al 27 de marzo. Telediarios, periódicos y programas de radio alertaron a la ciudadanía de que el domingo a las dos los relojes tendrían que ser adelantados. La novedad radicaba en que, dadas las graves consecuencias de una crisis que iba para crónica, a las dos de la madrugada habríamos de mover las manecillas hasta las tres del 27 de marzo, pero del año 2028. Tal era la magnitud del problema.
Yo siempre he estado de parte del gobierno y, en el fondo, esta medida tan excepcional no ha dejado de parecerme correcta. Ahora bien, desde que adelanté el reloj a 2028 la vista me ha empeorado una barbaridad, me duelen las articulaciones cuando se avecina tormenta y noto unas lagunas en la memoria que empiezan a preocuparme. Y el aliento. He observado que me falta el aliento cuando hago cualquier esfuerzo, por mínimo que sea. Todo junto, muy fastidioso. Vaya que sí.
viernes, 22 de febrero de 2013
jueves, 14 de febrero de 2013
Día catorce
Día siete. Llevamos una semana agazapados detrás de los arbustos. La fetidez de nuestros excrementos se confunde con la de las otras bestias. Algunas, las más atrevidas, se acercan hasta nosotros y nos olisquean. Hoy únicamente hemos visto a una mujer y a un hombre con una vaca famélica.
Día once. Por este camino sólo andan viejos que van hasta la aldea vecina a por carne de caballo o pan. Ni rastro de los milicianos sobre los que tenemos orden de abrir fuego. Se supone que la voladura del puente los obligaría a pasar por aquí. La inactividad nos agarrota los músculos.
Día trece. Nuestro propio hedor es insoportable. La pinaza se nos clava por todas partes. Se acabaron las provisiones. El teniente conoce la precariedad de la situación pero informa de que no hay contraorden. Seguimos alerta. Vemos a los vecinos, tan sólo vecinos, siempre a los mismos vecinos. Al párroco y a niños que ya se atreven a jugar a las afueras del pueblo.
Día catorce. Empezamos a disparar, más que nada por distraernos.
(Este relato ganó la edición del mes de enero de 2013, categoría castellano, de la Microbiblioteca, concurso organizado por la Biblioteca Esteve Paluzie de Barberà del Vallès. Podéis leer los textos premiados en el siguiente enlace)
Día once. Por este camino sólo andan viejos que van hasta la aldea vecina a por carne de caballo o pan. Ni rastro de los milicianos sobre los que tenemos orden de abrir fuego. Se supone que la voladura del puente los obligaría a pasar por aquí. La inactividad nos agarrota los músculos.
Día trece. Nuestro propio hedor es insoportable. La pinaza se nos clava por todas partes. Se acabaron las provisiones. El teniente conoce la precariedad de la situación pero informa de que no hay contraorden. Seguimos alerta. Vemos a los vecinos, tan sólo vecinos, siempre a los mismos vecinos. Al párroco y a niños que ya se atreven a jugar a las afueras del pueblo.
Día catorce. Empezamos a disparar, más que nada por distraernos.
(Este relato ganó la edición del mes de enero de 2013, categoría castellano, de la Microbiblioteca, concurso organizado por la Biblioteca Esteve Paluzie de Barberà del Vallès. Podéis leer los textos premiados en el siguiente enlace)
lunes, 11 de febrero de 2013
Entrevista en El Heraldo del Henares
Ahí me tenéis, en El Heraldo del Henares, opinando de cosas, de Cruentos ejemplares y otras microficciones, de cuentos, de literatura. Como si tuviera criterio. Espero que la lectura de la entrevista que me hizo Susana Mansilla os resulte entretenida.
martes, 5 de febrero de 2013
Un cuadro curioso o El retrato de Florian Rey
Entre tanta antigüedad y objeto valioso del castillo, su retrato nunca
ha dejado de darme problemas. Un cuadro indiscreto. No de esos que te
siguen con la mirada, te pongas donde te pongas, por efecto de la
cuidada técnica del artista creador ni de esos otros que, directamente,
te persiguen porque tienen un malo detrás espiándote por obra de dos
orificios practicados en el lienzo. Qué va. Es curioso, curioso de
verdad. Una noche lo presentí observándome en mi habitación a través de
la cerradura. No llegué a tiempo. Escapó atropelladamente, pude oír el
repiqueteo del marco labrado pasillo adelante, lo imaginé en su huida
anadeando como un pato torpe en el fango. Es rápido. Listo. Organicé una
improductiva güija para invocar el espíritu del tío Florian y ver si el
retrato se delataba, pero nada. Durante la velada permaneció
impertérrito, donde siempre, bajo el blasón, las patillas prusianas y
los pulgares en los bolsillos del chaleco. Llevamos meses jugando al
ratón y al gato.
He dejado mi puerta entreabierta. Querrá saber qué escribo. Cuando huela su barniz estará tan cerca que ya no tendrá escapatoria. Me responderá entonces a unas cuantas preguntas. También yo soy curioso. Vendrá de familia.
He dejado mi puerta entreabierta. Querrá saber qué escribo. Cuando huela su barniz estará tan cerca que ya no tendrá escapatoria. Me responderá entonces a unas cuantas preguntas. También yo soy curioso. Vendrá de familia.
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