Me ha seguido hasta casa y ha conseguido, no sé cómo, vencer la
resistencia de la cerradura y abrir la puerta. El estrangulador ha
apartado el sofá del salón de mala manera creyendo que yo estaba oculta
detrás y ha empujado el colchón al suelo, convencido de encontrarme
aovillada debajo de la cama.
A través de las rendijas de la puerta corredera del armario lo he
visto dirigirse hacia mi escondite. Lo ha abierto con violencia y ha
mirado en el interior. La penumbra está siendo mi mejor aliada, si bien
dudo de que acabe dándose por vencido. Se ha girado, ha echado un
vistazo a la colcha, en el suelo, con su quemadura de cigarrillo, y,
tras un instante de duda, ha vuelto sobre sus pasos. Ha metido la cabeza
en el armario y ha tirado de una de las sábanas del montón bajo el cual
me cobijo.
Sin darle oportunidad de retirar ninguna otra más, me he incorporado
rápidamente y he corrido, evitándolo con un empujón, hacia la esquina de
la página. La he pasado y lo he dejado allí atrás, vociferando y lleno
de rabia, en el último párrafo del capítulo nueve.
miércoles, 30 de abril de 2014
miércoles, 2 de abril de 2014
Muy curiosas y notables fábulas para instrucción de jóvenes hipopótamos
La gratitud que se experimenta al recibir la llamada de Las puertas del hacedor sólo es comparable a la alegría que se siente al recibir el producto final: cinco ejemplares de mis Muy curiosas y notables fábulas para instrucción de jóvenes hipopótamos, obra de Norberto Luis Romero, que son artesanía fina. ¡Gracias, maestro!
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