Te despertarás antes de que suene la alarma. Te levantarás con cuidado de no despertarla. Te darás una ducha rápida y te vestirás con la ropa que dejaste preparada anoche. Una camisa blanca, un traje cómodo y la última corbata que te regaló. Irás a la cocina y te harás un café con leche y un par de tostadas con mermelada de arándanos. Desayunarás allí mismo, de pie, con prisa. Volverás al dormitorio y le darás un beso de despedida en la mejilla que apenas percibirá. Comprobarás que llevas encima tu juego de llaves y las gafas. Cogerás el maletín y abrirás la puerta.
Nada diferenciará, en esencia, la mañana del accidente de otra cualquiera.