lunes, 19 de julio de 2021

Quédense con el cambio

A Juan Faneca 

Quizás fuera el brazalete negro que lucía el conductor lo que la animó a compartir su desdicha. Quizás. O el prolongado silencio de su marido, a quien apretaba la mano con fuerza. O puede que provocaran su desahogo los retratos de las dos criaturas -la pequeña de apenas semanas- que adornaban el salpicadero del taxi. El caso es que le contó a aquel desconocido su pena. Que hacía poco que acababa de perder a su bebé. Y que en el hospital le habían dicho que nunca más volvería a ser madre. El conductor intercalaba emes valorativas cada vez que un semáforo interrumpía la carrera y los sollozos de la mujer. Cosa extraña: los camareros escuchan y los taxistas acostumbran a hablar sin desmayo. Eso es algo bien sabido. Pero no aquel inusual taxista, capaz de permanecer en silencio durante todo el trayecto. Callado hasta finalizar el servicio. 

Yo soy viudo, saben, dijo, de pronto, con pesadumbre y sin venir, al menos en apariencia, demasiado a cuento. Y entonces les hizo la propuesta, sin apartar los ojos del salpicadero. 

Quédese con el cambio, sonrió la pasajera, por fin, tras concretar los detalles de la cita que habrían de tener al día siguiente.

martes, 29 de junio de 2021

Príamo

Sentado bajo el toldo improvisado, Laocoonte escudriña con ojos desconfiados el caballo de madera que está junto a la torre. Lleva horas así, inmóvil, y el sol está a punto de ponerse. Baja de la empalizada y se le acerca por detrás, lentamente, el anciano rey de Troya, quien deja descansar su mano en el hombro del sacerdote.

Solo es ajedrez lo tranquiliza.

martes, 25 de mayo de 2021

Tan bien avenidas

 A Carlos Frontera, domador de palabras

Le nota un gusto extraño a la sopa. Su hermana le dice que sabe como siempre, pero aun así le ofrece el salero. Duda, por un instante, antes de tomarlo. Lo agita sobre el plato humeante. Con lentitud.

Las gemellizas, hasta hace tan solo unos minutos tan bien avenidas, se miran con recelo apenas disimulado. Desconfían desde que saben que están protagonizando un microrrelato. Saben –es inevitable– que les van a achacar un complejo enfermizo, que les asignarán unos celos mutuos ciertamente patológicos, que se han de profesar una envidia silenciada durante décadas y que ahora, de pronto, se manifestará de manera traumática. Sospechan que una acabará sustituyendo a la otra. O que le arrebatará el marido o el hijo. O algo peor: temen, incluso, que su propia gemelliza querrá asesinarla.

Observa cómo su hermana sigue echándose sal a la sopa. Sin perder de vista el cuchillo, por si acaso.

viernes, 2 de abril de 2021

El becario

Los vecinos gritan alrededor. Saltan jubilosos, como enloquecidos, delante de la Administración de Lotería. Yo descorcho la botella de champán que acabo de comprar y riego con la espuma descontrolada a quienes me rodean. También al cámara que retransmite la algarabía en directo. El reportero me pregunta cuánto me ha tocado. Un buen pellizco, respondo con un habano mordido en la mano, y le cuento que voy a destinar el premio a tapar agujeros. Tampoco tengo por qué ser original, me digo, y menos en Navidad. En estas fechas pocos lo son. 

Apenas cinco minutos después, los compañeros me llaman, ya desde el interior del coche. He de abandonar la celebración precipitadamente. Corro hacia ellos y subo al vehículo. De regreso a la ciudad, repasamos lo que tendré que contar –testigo de espaldas y con voz distorsionada– del asesino del zaguán en el magacín de media tarde: que si los sábados ayudaba a su anciana madre con la compra, que si siempre saludaba en el portal, que si. También las proclamas revolucionarias que recitaré ante el micrófono por la noche, después de la manifestación convocada ante la Delegación del Gobierno, cuando los antisistema se enfrenten a la policía y ardan los contenedores. El cámara y el reportero coinciden en que la parte de los fascistas casi no se me entiende. Es culpa del pasamontañas, me excuso, no estoy acostumbrado a él. Se muestran comprensivos porque saben que estoy en prácticas. Fascistas, fascistas, fascistas, por fortuna aún me quedan unas horas para mejorar mi dicción, fascistas, fascistas, fascistas.

domingo, 21 de febrero de 2021

Don Juan

Saludaban los actores al concluir la tradicional representación del Don Juan que cada año programa el patronato en el cementerio la noche de Todos los Santos. Los aplausos de los espectadores, público vecinal dispuesto en tres filas de sillas colocadas en semicírculo, acallaron los otros, más tenues, que procedían de debajo de las lápidas, de detrás de las losas de los nichos, del interior de los mausoleos.

martes, 9 de febrero de 2021

De collares y perros

El nuevo de la brigada de limpieza observaba mi trabajo con atención. Cubo en ristre. Reblandecí el cartel y me apliqué con la rasqueta. De abajo arriba. El cartel electoral de Rajoy salió con cierta facilidad. Procedí a arrancar el de debajo. Después del de Zapatero venía uno pidiendo el voto para Aznar. Del mismo modo lo quité. Amarilleaba el siguiente, el del candidato Felipe González, antepuesto a un cielo despejado y optimista, y también aquél al cual cubría, uno del centrista Suárez cruzado de brazos. Retomé mi cometido: el rostro de Rajoy emergió, de nuevo, sucio de cola añeja.

domingo, 4 de octubre de 2020

A fuego

 

A Carlos Fuentes, por prestarme esta historia real

El joven que acababa de presentarse en Navales en busca de respuestas se quitó la chaqueta de pana negra y empezó a desabotonarse, con parsimonia, la camisa. Daba igual la época del año en la que se encontraran, él siempre vestía igual en el campo. Lo que quita el frío, quita el calor, se limitaba a contestar cuando alguien le preguntaba. Al descubrirse el costado derecho, la mujer que observaba sus lentas evoluciones desde el umbral del caserón rompió a llorar. Su marido la estrechó contra sí. Habían reconocido ambos la marca que el dedal al rojo había dejado en la piel del bebé veintidós años atrás. Habían reconocido en aquel fornido muchacho, que volvía a vestirse con la misma calma, a la criatura abandonada en la inclusa al poco de nacer. A su hijo Domiciano.

Lo colmaron de explicaciones apresuradas, se deshicieron en disculpas atropelladas. Éramos tan jóvenes que. Nuestros padres decidieron que. Ahora todo es tan diferente a, ¿sabes? Tenemos más de doscientas cincuenta cabezas de ganado, ¿sabes? La madre lo abrazó. Luego dio un paso atrás. Le ofrecieron un techo, un trabajo. Allí mismo, de pie, a la puerta de la casa de piedra, tratando de recuperar veintidós años en un minuto bajo la solana. A los oídos de él llegaba todo ese caudal de información desordenada de forma confusa. Su pensamiento ya estaba lejos de allí. En su pueblo. En el dedal, a fuego, en la piel. Marcado igual que esas doscientas cincuenta reses. Se puso la chaqueta de pana negra y, sin mediar palabra, dio media vuelta.

–¡Domiciano! –gritó la mujer.

–Me llamo Ansiano –respondió para sí y sin volver la vista atrás.

lunes, 1 de junio de 2020

Microrrelatos en Amanece Metrópolis


Como he contado en alguna ocasión, este blog nació con el objeto de ir recopilando en un único sitio los textos que he ido publicando, aquí y allá, a lo largo de estos años. Hace poco caí en la cuenta de que desde Grimas y leyendas no había modo de tener noticia de los microrrelatos que han aparecido de forma regular en la revista cultural Amanece Metrópolis (a la que llegué invitado por mi amiga Ana Fúster) desde finales de 2017. En ella he tenido total libertad a la hora de publicar mis textos, inéditos o no, y la suerte de compartir espacio con fabulosos narradores, muchos de ellos buenos camaradas.

Os dejo el listado de los quince microrrelatos publicados hasta la fecha con la esperanza, como siempre, de que su lectura sea de vuestro agrado:

lunes, 4 de mayo de 2020

Lo peor de que lleve dos días seguidos sin parar de llover

El pasado viernes vio la luz Lo peor de que lleve dos días seguidos sin parar de llover, una publicación digital que recoge dieciséis microrrelatos de mi autoría y que podéis descargar gratuitamente clicando la imagen de abajo. Ojalá su lectura os haga un poco más ameno este encierro que estamos padeciendo.

Agradezco a Quarks Ediciones Digitales su labor de difusión del género breve y os invito a que le echéis un ojo a su catálogo, que vale mucho la pena.

Paciencia, lectura y salud.

https://quarksedicionesdigitales.files.wordpress.com/2020/05/lo-peor-de-que-lleve-dos-dc38das-seguidos-sin-parar-de-llover-david-vivancos-allepuz.pdf

jueves, 2 de abril de 2020

Diagnóstico

Dejé escapar el autobús y, pensando en la noticia que acababa de recibir, retrocedí sobre mis pasos. Estornudé. Consulté el reloj y comprendí que llegaría tarde, de forma que opté por esperarlo en el callejón que conducía al aparcamiento del hospital. Con suerte tendría allí el coche. Al poco confirmó con su presencia mi suposición. Lo abordé y le expresé mi disconformidad con su diagnóstico. Le dije que no me había gustado y que me cambiara la enfermedad. Se negó. Insistí. Insistió. Lo agarré por las solapas y lo zarandeé con vehemencia, hasta el punto de que dejó caer el maletín al suelo. Entonces empecé a darle de hostias. Hostias con la mano abierta, hostias de revés, hostias de ida y vuelta. Apeló a mi conciencia y a la memoria de un tal Hipócrates, que digo yo a qué venía hablar de fútbol en un momento como ése. Imagino que el miedo nos empuja al disparate. Y luego le di otra mano más de hostias. Hostias normalitas, de relleno, digamos que para reponer fuerzas, y hostias como panes. Al final mis argumentos resultaron lo suficientemente convincentes como para que atendiera a razones y me cambiara la hepatitis C por una sencilla alergia al polen. Y debo decir que, desde la corrección facultativa, me siento muchísimo mejor.