Y, en descabalgando San Jorge de la montura, no vio salir de la gruta al dragón al cual venía a dar muerte, como esperare, sino a la más bella muchacha que imaginarse uno pueda. Los cabellos color de miel de la doncella lo cautivaron; la elegancia de su porte y la gracilidad de sus movimientos lo terminaron de hechizar. Apenas recuperado de tamaño encantamiento, redobló la sorpresa del caballero el hecho de que la fermosa criatura, en lugar de practicar la cristiana fabla para dirigirse a él, escupiera fuego por la boca. Dedujo que había de hallarse ante el fruto de la unión contra natura entre la bestia y la princesa que le fuera entregada, años ha, para apaciguar su furia.
Se corrompió, de pronto, el aire y vibró el suelo con una fuerza tal que devino temblor bajo sus pies; bramó el dragón al asomar la monstruosa cabeza fuera de la cueva y desplegar las alas. Descartó entonces el caballero la empresa que hasta allí lo llevare y, dejando caer el acero, hincó la rodilla en tierra para encomendarse al Altísimo y a todos los santos del cielo con el propósito de obtener, ansí, la bendición del futuro suegro.
lunes, 19 de marzo de 2018
jueves, 15 de marzo de 2018
Amor(se) o Los transoceánicos amores entre Don Mateo Orduña y Sanclemente, dramaturgo y miembro de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, y Doña Theresa Pennington, primera actriz de la compañía teatral de los hermanos Riopedre, de gira en Buenos Aires durante la primavera de 1846
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(1) -Cuelga tú.
-No, bobo, cuelga tú.
(Relato finalista de la edición del mes de febrero de La Microbiblioteca. En los siguientes enlaces podéis consultar el resto de relatos seleccionados y los microrrelatos ganadores de febrero).
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