El pez de plata empieza a devorar las páginas del poemario dedicado de Rubén Darío. Tampoco ha podido contenerse el pez de bronce, que hace lo propio con el exquisito opúsculo de Lope. En lo más alto del podio, el pez de oro espera con ansia recibir las obras completas, también dedicadas, de Octavio Paz.