sábado, 17 de agosto de 2019

Génesis

Eva sacude el tronco sin fortuna y opta por trepar ligera al árbol. Feliz con el plátano obtenido, va al encuentro de Adán para mostrárselo. Cuando la serpiente al fin da con ella, Eva ya está donde Adán. Lamenta el reptil el retraso, puesto que pretendía una charla privada y ahora debe dirigir su tentador parlamento a ambos.

Sin apenas dejarle articular palabra, Adán se abalanza sobre la bicha, le quiebra el espinazo y le arranca la cabeza de un bocado para, a continuación, escupirla bien lejos. Chilla y voltea el cuerpo de la serpiente dando saltos y brazo en alto mientras Eva se despioja, sentada al pie del manzano, y aplaude y ríe aparatosamente y vuelve a despiojarse con frenesí. Cuando a Adán se le cansa el brazo, tira al suelo lo que queda de la serpiente, la patea, se rasca el culo y se aleja graciosamente arrastrando los nudillos en dirección al monolito.

Orgulloso de sus criaturas, Dios se golpea con los puños el vigoroso pecho y, al comprobar que el sol se está poniendo, se marcha a dormir con la satisfacción que proporciona el trabajo bien hecho.

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