lunes, 15 de septiembre de 2025

Ataxofobia

Descubres, con fastidio, una gotita de sangre en el impoluto cuello de tu camisa. No recuerdas haberte cortado afeitándote. Chascas la lengua, contrariado, porque no puedes entretenerte mucho más. Te lavas manos y cara. Doblas con un escrupuloso ritual el pañuelo con el que acabas de secarte. Viertes Varón Dandy en el cuenco de la mano y te rastrillas el cabello para, a continuación, humedecerte el cogote. Guardas el frasquito en tu pequeño neceser. Contemplas tu reflejo en el espejo y disfrutas del silencio del cuarto de baño. Te relajas durante unos segundos. No soportas el ruido y tampoco el desorden. Probablemente por eso mismo eres bibliotecario. Recolocas la pastilla de glicerina en la jabonera para dejarla bien centrada. Te bajas las mangas y abotonas los puños de la camisa. Ajustas con mimo el nudo de la corbata y sales del baño. Atraviesas la sala de lectura y entras en el despacho. Allí tu solícita compañera acude para devolverte los guantes e informarte de que el tipo que subraya los libros aún sigue inconsciente sujeto a la silla. Y te advierte, asimismo, de la presencia de esa gotita de sangre que se te adivina en el cuello de la camisa.

2 comentarios:

  1. ¡Qué nivel! Me encanta la historia y la forma de narrarla. Percta, diría yo. De mayor quiero escribir casi como tú, con eso me conformo. Porque hacerlo como tú es imposible.
    Una lección magistral para los que aprendemos de los buenos.
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cómo se nota la amistad que compartimos y la generosidad que te adorna. Muchísimas gracias por tus cálidas palabras.

      Un abrazo, Pablo.

      D.

      Eliminar