domingo, 8 de marzo de 2015

En un lugar llamado M (Rosa Martínez y David Vivancos Allepuz)

Los emianos viven en la tinta de las emes mayúsculas de los titulares de los diarios de todo el mundo. Mimetizados en su medio, los habitantes de M son de color negro teléfono y ésa es la causa de que las emes sean sensiblemente más oscuras que el resto de las letras que integran los titulares de prensa. Este fenómeno tonal es apreciable a simple vista, si bien pocas son las personas que parecen haberse dado cuenta, hasta ahora, de ello. Los moradores de M son minúsculos, meras partículas, y gozan de una gran vitalidad. Se mantienen en constante movimiento, son inquietos, yendo de aquí para allá sin superar los límites de la letra que los alberga. Se nutren de luz, solar o artificial, y de la mirada de los lectores. Si faltara cualquiera de estas dos fuentes de alimentación, se desvairían lentamente y languidecerían hasta morir.

Los emianos son un poco coñazo. Y no únicamente por el carácter pesimista que les confiere el hecho de vivir en un mundo de completa oscuridad y de ser, ellos mismos, negros como tizones. Es que, además, son muy responsables y respetuosos y temerosos de las leyes. Eso se debe a la propia fragilidad intrínseca del país. Desde pequeñitos se les ha inculcado la idea de que cualquier descuido podría suponer su fin. Un grifo abierto. Una chispa que salta capaz de reducir a cenizas no sólo al país entero sino también al conjunto del diario. Por tal razón los pequeños emianos han decidido renunciar a la electricidad, al uso de las canalizaciones de agua corriente y a la mayor parte de los últimos avances tecnológicos y se han acostumbrado a vivir, prácticamente, como trogloditas. Ni siquiera se lavan. Recientemente fueron descubiertas un par de comunidades cuyos habitantes se comunicaban entre sí por medio de extraños gruñidos en los cuales preponderaba el sonido de la letra eme. Y es una pena esta involución porque, desde siempre, al pueblo de M se lo tenía como ejemplo de aficionado a la literatura y a las artes, en general. Aún así, les encanta mirar las estrellas, y en las noches en las que el cielo está cuajado, salen al campo y hacen hogueras de papel celofán rojo y amarillo y se congregan alrededor de ellas mientras envidian aquel fulgor.

M es un país de contrastes dividido entre sus altas cumbres de hielos perpetuos y su oscuro y frondoso valle. En el norte de M las plazas son empinadas, los caminos trazan constantes subidas y bajadas y hay un sinfín de pendientes vertiginosas dificultando la circulación de carros y carretas. Hasta las viviendas son puntiagudas y las pirámides están de moda. En el sur, por el contrario, abundan las convergencias y no son raros de ver edificios que imitan la silueta inclinada de la célebre torre pisana. En las partes occidental y oriental del país predominan, como es lógico, las líneas verticales en todos los órdenes de la vida.

Si tienes pensado visitar M no olvides llevar linterna y pilas de repuesto aunque, particularmente, si tuviera que recomendar un lugar al cual ir de vacaciones, dejaría el plan para más adelante y me decantaría, en primera estancia, por J. No sólo por su reconocida belleza y el colorido de sus paisajes, auténticas postales impresionistas, sino también por la bonhomía de sus gentes y, sobre todo, por la alegría de sus famosos bailes regionales.


(Relato coescrito con Rosa Martínez para el proyecto 12.24 : 12 défis, 12 retos, 24 autores, 24 auteurs de Caroline Lepage)

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